la britgetada del día
Una quiere ser Carrie, pero inevitablemente se bandea hacia Bridget. Máxime con este calor que hace imposible mantener la compostura. Vestuario: pollera rosa avioletado con doble falda -"muy bradshaw" diríamos las entendidas-, remerita verde, corpiño deportivo blanco y -grueso error- un bombachón impresentable de encaje con cavado hasta la cintura, esos que usaba Barbara Durand en los 90 y venían en la cajita corazón de caro cuore. No me pregunten que hacía en mi cajón (hasta altura eso es vintage, no?), pero es más que obvio que mi lingerie necesita un fashion emergency. Bueno, volviendo al tema. Fui con Renata al médico y después a buscar a Coqui al colegio. El calor en el auto era agobiante, insoportable. Empecé a transpirar. Mucho. El pelo hasta la cintura no ayuda. Renata se larga a llorar y Coqui literalmente se empieza a desvestir en el asiento trasero. Yo me pongo nerviosa y transpiro aún mucho más. Para refrescarnos, sólo una botellita de coca algo recalentaba. El tráfico, insoportable. Y sólo porque las cosas siempre se pueden poner peor, en la esquina de Salguero y Cordoba se me queda el auto. La horda de automovilistas que venía detrás me empieza a cagar a bocinazos. Pruebo una, pruebo dos, pruebo tres y no hay caso. No arranca. Pienso en las puteadas de mi marido. Me preocupan más que los bocinazos. Le pido ayuda a unos pibes para empujar el auto y decido venirme a casa caminando. Bañada en una catarata de sudor, noto que la toallita (olvide contarles que estoy en esos días) se está desprendiendo del bombachón noventodoso que me queda flojo. De hecho ya tengo la mitad afuera. Intento acomadarla sin llamar la atención. No puedo. Es como cuando te pica el orto mal en la calle, primero deslizas unas manos disimuladamente hasta que te das cuenta de que es mejor un rascazo efectivo que diez a mitad de camino. Bueno, la cuestión es que me harté y acto seguido metí toda la mano debajo de la pollera y puse la toallita en su lugar. Lo primero que hice cuando llegué a mi casa fue lavarme las manos. Y claro, tirar el bombachón a la basura.
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